Conviven en este libro el diario y el ensayo, un gran homenaje a Rodolfo Walsh y una carta a la gran maestra Hebe Uhart, textos leídos en presentaciones, y reflexiones escritas al calor de una polémica. En todos ellos, I reivindica el arte que no sabe y cree en la literatura. Pero no cree con la forma pasiva de la fe, dice, sino con la forma activa de la paciencia, la de quien se entrega, todos los días, con dedicación tenaz, a trabajar, a pensar, a hacerse tiempo y lugar.
Leer a I Acevedo siempre es inspirador y me alivia saber que una mente así nos va a sobrevivir, porque su escritura es tan presente, tan verdadera, que no puede no pasar a la eternidad.
Magalí Etchebarne