La figura de Paloma Efron, más conocida como Blackie, recorre numerosas coordenadas de la cultura argentina que, revisadas desde el presente, no hacen más que revalorizarse. Porque Blackie fue muchas cosas a la vez. Nacida en la colonia judía de Basavilbaso, en la provincia de Entre Ríos, parecía predestinada a cantar en el idish que escuchó en el seno familiar. Aunque quisieron llevarla hacia el tango arrabalero, lo suyo fue, sin embargo, el góspel y el jazz. En Estados Unidos, se codeó con las grandes figuras del género, desde Louis Armstrong a Ella Fitzgerald.
Pero la música, esa música, nada menos, fue apenas uno de los planes de vuelo de Paloma, quien dejaría además su marca en el teatro y, en especial, en la radio y la televisión como protagonista y productora de numerosos programas y hasta como primera directora mujer de Canal 7 (con la música siempre reverberando a su alrededor, para que otros la canten y escuchen). Agitadora, polemista, divulgadora, Blackie demostró tempranamente en un mundo de hombres lo lejos que podía llegar una mujer de la que todos hablarían. No podía ser otra que Hinde Pomeraniec la que reconstruyera con sagacidad y soltura algo más que su vida: un gran fresco de época, una historia cultural en la que la cuestión de género es algo más que un programa: un asunto mayor.