Para el bolsillo del caballero y la cartera de la dama y el bolsillo de la dama y la cartera del caballero y todo lo demás. Para la mochila y para la mesa de luz, para el mate y la pizza (nunca fría, dice el autor). Un libro que se lee como una guía y sobre todo que no se lee como una guía, o que es una guía rebelde, tal vez errática, quizás orgullosamente digresiva. Un libro para quien no conoce Buenos Aires y también para el que la conoce, o la conoce –claro, siempre– desde otro ángulo. Porque este libro sin mapa –quizás eso sea una, otra mentira– es un libro angulado, perfilado. Un libro que propone descubrir maravillas discretas con pequeñas pistas para llegar a diversos rincones que prometen tesoros muy diversos, para que la Buenos Aires configurada por el lector pueda volverse otra, para que las caminatas sean un método de observación a la vez que una conexión siempre vital con la ciudad y con uno mismo. Y con el presente y con los pasados.