En una casa habitada por una joven y su abuela, los armarios tiemblan y los cuartos se llenan de bruma. Siempre fue así esta casa: demasiado activa, como una especie de caja de resonancia de la familia y sus lazos con el pueblo. Pero algo ha pasado hace poco y se la nota más inquieta que siempre. La joven y la abuela son las cautivas y guardianas del genio del lugar. La misma furia que estremece las paredes las mantiene despiertas, y ellas ven todo con una nitidez implacable. Advierten la violencia callada de las costumbres y la historia, ajena y propia. También ese momento único en que el reparto de fuerzas entre sometido y opresor podría revertirse. Layla Martínez rasga el velo que separa el terror sobrenatural de ese otro terror, solapado y perverso, que nos rodea en la vida cotidiana. Las puertas se abren y dejan ver el encierro en el hogar, la lucha de clases, la guerra. El suspenso es su método y su ritmo. Las heridas abiertas se convierten en presagios cuando ella escribe con su estilo irresistible y afilado. ¿Qué hay bajo el suelo que pisamos? ¿Cómo desentrañar el lenguaje de los cuerpos y las cosas? La belleza escalofriante de Carcoma despierta dudas y sospechas con el correr de las páginas. Y nada vuelve a ser igual. En trance se la lee y nos traspasa desde la primera hasta la última palabra.
Esther Cross