El último experimento artístico de Daniel García, esta vez con los tonos y los ritmos de la notación cotidiana, descubre continuidades dichosas entre dos ejercicios revitalizadores: correr al amanecer, por las calles del barrio y llevar un diario que registre los placeres y los esfuerzos de cada periplo. Correr, dice el diarista, es una forma de conectarse consigo mismo y con el mundo. Lo mismo que tomar apuntes inmediatos para preservar algo de lo que se vivió al trote (encuentros, visiones, recuerdos). En uno y otro ejercicio, el mismo vaivén fascinante: entre repliegue y apertura, entre impulso ciego y reflexión. Se corre para sentir con intensidad, sostenerse al borde del tropiezo y la fatiga, para sobrevivir activamente. Son las mismas razones por las que se lleva un diario con voluntad de obra.
Alberto Giordano
Quien escribe es un hombre enamorado, no sé de quién, ni de qué, ese no sería el punto. La sensación al llegar al final, es que esa prosa escenográfica, filtrada por sus gustos musicales, los colores de la atmósfera y los cielos, su máquina de capturar sonidos, los animales que hablan y piensan fue escrita por alguien que conquistó un estado, más allá de las circunstancias.
Claudia del Río
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