No sé nada de faros. Y la primera vez que tuve en mis manos este libro, ni siquiera estaba segura de querer aprender. Pero rápidamente el texto se convirtió en una colección de frases subrayadas. Subrayar es no querer irse -o es la promesa de volver. A veces sucede con un paisaje, que uno vuelve a mirarlo para recuperar la sensación que produce: algo que pincha uno de esos nervios que atraviesan el cuerpo y conectan órganos impensados. También sucede con el arte -con cierto tipo de arte, supongo-, una pintura, dos acordes prodigiosos sepultados en una canción, y muy pocos libros. Este es uno de esos libros. Es verdad, habla de faros -y resulta que son encantadores- , pero no se trata de faros. Se trata de la resistencia de un símbolo (y de un lenguaje) que ha perdido su función concreta en el mundo concreto (aunque no en otros mundos); y se trata, sobre todo, de la revelación de una escritura tan singular y tan honda que no cabe en este tiempo: lo excede y lo detona como un fenómeno natural que ignora su fiereza.
Margarita García Robayo