La obra de Bêgné, siempre sorprendente, parece ir dibujando una trayectoria desde la densa complejidad inicial de Protocolos naturales hacia la misteriosa
intensidad de lo simple, como se advertía en Los límites del control y se consolida en Cuplá, una novela de estructura narrativa más clásica aunque persiste en
ella una de las intuiciones primordiales de la creciente obra de Bêgné, esto es, la de que, se lo perciba desde la ciencia, la ficción o la ciencia-ficción, lo real es
enigmático.
Epifanio es un solitario que escribe, sin mayores compromisos, notas para una revista de divulgación que alerta sobre las enfermedades cardiovasculares, ya que lo que le pasa al corazón es invisible a los ojos del paciente. Sin expectativas regresa a Cuplá, el pueblo que dejó hace tiempo, para pasar un fin de año más con su familia, aunque apenas llegado la extrañeza del espacio se le revela en la fosforescencia de la plaza o al estirar un brazo y aferrar un elemental florero de vidrio.
En las ficciones de todos los tiempos sucede que un personaje está en un lugar y enseguida en otro. Y en la realidad misma ocurre que, estando en un sitio, nos
imaginamos en otro. En Cuplá esos dos fenómenos se convierten en uno. Acogida con naturalidad, con alegría en la casa rioplatense de la literatura fantástica –donde habitan Cortázar, Silvina Ocampo, Felisberto Hernández, José Bianco- Bêgné transpone la puerta y, para no llegar con las manos vacías, trae como regalo una nueva maravilla, Cuplá.
Aníbal Jarkowski.