Este libro de Diego Muzzio está colmado de tramas memorables, de ensamblajes semánticos que revelan una imaginación pródiga, ya sea que relaten la invasión de cientos de conejos a un aeropuerto, la agonía delirante de una vieja actriz porno o la partida de ajedrez entre un adolescente obeso y Bobby Fischer en un bar de la avenida Corrientes. Si sus obras anteriores se asentaban sobre tradiciones y géneros más identificables, Doscientos canguros encuentra al autor de Mockba y Las esferas invisibles lanzado al hallazgo de las grietas que quiebran el fluir cotidiano de forma impredecible y fatal.
No es casual que en cada historia intervenga, algunas veces de manera oblicua y otras de forma directa, la figura real o imaginaria de un animal: ballenas, leones, caballos, tortugas, escorpiones... Y es que cada uno de estos siete cuentos apunta a algo que está más allá del lenguaje, a un núcleo oscuro, a una ansiedad que no puede ser nombrada pero funciona como motor narrativo y vital: la inminencia de la muerte, la ternura, la desesperación, la resistencia.