En los relatos de este libro los entornos cotidianos devienen escenarios inquietantes. Esas situaciones propias de toda familia (la visita familiar a la abuela, un bebé que llora mucho, vacaciones en pareja) se resuelven en un punto de fuga del orden de lo desconocido y decididamente perturbador.
A través de un lenguaje conciso y sugestivo, el libro da cuenta de un mundo sin utopías y de individuos que no poseen nada a lo que poder aferrarse, a excepción de la estructura misma de la rutina. Los personajes de las historias de Katharina Bendixen no tienen nombre. Son padre u hombre, madre o mujer, hermano o niño. Cuando un padre atropella sin querer a su hijo con el tractor, cuando un matrimonio cuida una huerta para los hijos que no tienen, cuando todo esto sucede, entonces los nombres dejan de importar.