Instalado en una esquina el narrador ve, mira, mira a través de una mira. Hace foco, pero ¿da en el blanco? El blanco se desplaza o, mejor dicho, siempre vuelve, y en ese movimiento la narración se dispara como una lengua en disputa con otras lenguas: la lengua de los medios de comunicación, la de las hablas binarias –las que dividen el mundo en ganadores y perdedores–, las hablas que expulsan las vidas hacia los restos, sobras, lo que está de más. Novela de peripecias mentales, El momento de la verdad es la historia de un modo: el modo condicional.