Lidia Benítez es asistente, enfermera, compañera de viajes y tertulias, amiga, confidente y diarista pormenorizada de la última década de Adolfo Bioy Casares. Relato crepuscular de un escritor; pero también de una época, de un país, de un estilo de vida. Siguiendo el modelo del antropólogo Oscar Lewis, Javier Fernández Paupy respetó la primera persona de Lidia Benítez como testigo excepcional que reúne a través de sus recuerdos una dialéctica de opuestos: plebeyos y hacendados, austeros y derrochadores, lectores omnívoros e iletrados, altruismo y capricho, ateos y devotos, discretos y exhibicionistas, amor y destrato. De esta manera, la obra que nos revela a un Bioy inédito, despótico y tierno a la vez, puede leerse incluso en clave ficcional, como si fuese una novela de Manuel Puig o César Aira.