Enunciado ya desde el título, el libro de Donald Shambroom nos relata minuciosamente el último día de la vida de Duchamp. ¿Debemos presuponer entonces la agonía de un hombre, unas últimas y célebres palabras, un drama con lágrimas? Nada de eso, más bien todo lo contrario; una jornada postrera que reluce como una pequeña obra maestra del carpe diem, o mejor, menos resultadista, de goza el día, y que contiene, como si de una elección voluntaria se tratara, dos cosas que fácilmente podríamos acordar como favoritas de la vida: libros y amistad.