Los cuentos que componen este libro ensanchan sin duda el universo construido por Walter Lezcano. El mundo laboral y la sordidez de la periferia se afianzan y cobran en estos relatos un carácter especial: la violencia siempre presente, más o menos implícita, fundacional de los vínculos más primarios.
Relaciones de pareja flotando a la deriva, los hombres de una casa al costado de la ruta empecinados en faenar una vaca, un chico enamorado de su compañera de
primaria hostigado por su color de piel.
Podemos ubicar estas situaciones en una época particular, pasando el año 2000. Años en los que las redes sociales comienzan a mediar en la comunicación, pero todavía no se instalan del todo. El mundo está cambiando. En paralelo al avance de la tecnología y los modos de relacionarse, vemos como los personajes de estos cuentos avanzan arrastrados por las circunstancias, siempre unos pasos retrasados, sin poder de decisión.
La realidad se impone con toda su crueldad, condenándolos a la extinción y a ellos pareciera no importarles.