Este ensayo sobre la relación entre la naturaleza y el poder, y la naturaleza del poder, no es cualquier ensayo. Es singular porque está escrito desde la experiencia de quienes viven desde hace más de 10 años en una zona rural de Francia cerca de niños autistas. Fernand Deligny (1913-1996) es el referente de esa red de acogida que conforma, según él, una “etnia singular”. Sin embargo, no es un ensayo clínico o terapéutico, es un ensayo de filosofía y de antropología política, que cita a La Boétie y su servidumbre voluntaria, que discute con Pierre Clastres y sus sociedades sin poder político, que se divierte un poco a costa de los abordajes de Lévi-Strauss. ¿Por qué? Porque la cercanía con niños que viven fuera de lo simbólico ofrece otra perspectiva de lo que puede ser la naturaleza humana, ese espantapájaros al que disfrazamos con todos los males y las bondades de la cultura. Porque la cercanía con niños desprovistos de consciencia de ser, y por tanto de querer, pone en crisis la relación con “el otro” y evidencia, según el leitmotiv de este ensayo, que “todo poder es querer un otro (aunque solo fuera para asimilarlo o exterminarlo)”.