Esta obra pionera, escrita originalmente en 2006, explicita el horizonte interseccional, no esencialista, del feminismo de Sara Ahmed. De un modo muy novedoso, la autora demuestra en uno de sus primeros trabajos que los estudios queer pueden servirse de la fenomenología de manera productiva. Esta corriente filosófica hizo de la “orientación” algo central al argumentar que la conciencia está siempre dirigida “hacia” un objeto. Enfocándose en estos conceptos para referirse también a la “orientación sexual”, Ahmed se pregunta qué significa que la sexualidad esté orientada hacia el deseo. Pero la fenomenología, y su énfasis en la experiencia de habitar un cuerpo, no es el único abordaje utilizado para desarrollar esta tesis: filósofas y filósofos queer, feministas y críticos de la raza han mostrado que las diferencias sociales son efecto del modo en que los cuerpos ocupan un lugar con relación a otros. Al aplicar simultáneamente dos estrategias –la de queerizar la fenomenología y la de llevar la teoría queer hacia la fenomenología–, este libro se propone explicar de qué forma se les atribuye un género, un sexo y una raza a las personas según cómo se despliegan en el espacio.
Si la orientación permite que lo extraño se vuelva familiar a partir de habitar los espacios como si fueran extensiones de nuestra piel, entonces la desorientación sucede cuando esa operación falla. Al vivir una vida queer, el acto de volver a casa puede tener un efecto de extrañamiento. El hogar familiar parece tan repleto de rastros de intimidad heterosexual que es difícil ocuparlo sin sentirse “fuera de lugar”. Algo análogo ocurre con las vidas migrantes. Podríamos describir la migración como un proceso de desorientación y reorientación: sujetos que “se mudan” y “llegan”, que se asientan en nuevos sitios y dejan otros atrás. Ambas experiencias apuntan hacia “otros lugares”, incluso hacia aquellos que todavía están por habitarse. Una fenomenología queer deja en claro que las relaciones sociales normativas están organizadas en el espacio y que lo queer subvierte estas relaciones al no circular por los caminos convencionales y “rectos”. Una política de la desorientación coloca otros objetos a nuestro alcance, aquellos que, a primera vista, podrían parecer desviados.