Escribí estas vidas sencillas en el tránsito de enmendar mi conducta y en busca de algo necesario, que me parece que todos los artistas tienen. Las vidas y las pinturas son como plantas, que aunque se liguen un hachazo siguen creciendo, y a medida que crecen se van corrigiendo la postura. Entre Carlos Giambiagi, que nació en el siglo XIX, y Mildred Burton, que murió en 2008, traté de recrear los climas, la inspiración y también las lagunas de abulia de algunos de los artistas que trabajaron en Buenos Aires, la ciudad que les causó ansiedad, beneplácito, hastío, y que a todos cobijó en sus recovecos, vinieran de donde vinieran.
Claudio Iglesias