Aleister Crowley es uno de los mayores ocultistas del siglo XX y también un personaje que trasciende su condición de mago y estudioso: ha entrado en la cultura popular, desde la tapa de Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de los Beatles hasta canciones de Ozzy Osbourne y David Bowie, o sus amistades con el pintor Xul Solar y el poeta Fernando Pessoa. Sus escritos sobre magia son manuales fundamentales no solo para su religión, Thelema ―y sus seguidores―, sino para cualquier persona interesada en temas esotéricos. Pero Crowley fue también poeta, alquimista, escalador, escritor de ficción, chismoso profesional. Esta es su primera novela, una velada autoficción escrita en 1917, publicada doce años más tarde y rescatada en la década del setenta. Puede ser leída de muchas maneras: para los thelemitas, tendrá referencias religiosas y símbolos a interpretar. Para los demás, es una historia del ocultismo en la primera mitad del siglo XX, una mirada a la Gran Bretaña mágica y también un thriller ocultista en plan lucha entre el bien y el mal.
¿La trama? Hay una batalla entre magos negros y magos blancos, justo antes de la Primera Guerra Mundial. Cyril Grey, alter ego de Crowley, quiere crear un ser etéreo, una Hija de la Luna, junto a Lisa la Guiffria, la mujer joven a quien debe resguardar para llevar a cabo los rituales preparatorios. Pero los otros intentan detener por todos los medios esta tarea mágica. Los protagonistas están inspirados en personas reales: la joven Lisa es Mary d’Este Sturges, amante y Mujer Escarlata de Crowley. También aparecen Samuel Liddell MacGregor Mathers, jefe de la Aurora Dorada ―orden esotérica de la que Crowley fue expulsado― y su enemigo en la vida real, así como Arthur Edward Waite, el creador del tarot Rider-Waite. El poeta y premio Nobel irlandés William Butler Yeats, miembro de la Aurora Dorada, aparece bastante bien parado, como un romántico medio desorientado, y hasta hay cameos de Isadora Duncan. Los iniciados encontrarán en los diálogos de mago y discípula una guía clara y gentil. Y a los demás lectores: si no les interesa la Aurora Dorada y el ocultismo de aquellos años, lo mejor es que lean esta novela. Van a darse cuenta de que por qué es tan fascinante. Influyó la música, el arte, el cine, la imaginación. Es historia. Es pop. Es locura. Y es, ante todo, magia, es decir, la capacidad de cambiar con palabras la realidad.
Mariana Enríquez