En 1922 en China, se publicó con el nombre de El Caballero Encantado la primera traducción al chino de Don Quijote. Su traductor no sabía español así que lo tradujo indirectamente, escuchando a un asistente que tampoco sabía español, pero le contaba en chino lo que leía desde una versión en inglés. El resultado de esta superposición de idiomas y traductores es un don Quijote con ecos de la China imperial, entre monjes y refranes chinos. Casi un siglo después, este don Quijote chino se publica por primera vez en español.
No conozco lenguas occidentales, ello me obliga a tener junto a mí a dos o tres caballeros del ámbito de la traducción que me cuentan con la boca las palabras [escritas]. Mis oídos las reciben y mi mano los sigue. Cuando cesan sus voces, el pincel se detiene.
Lin Shu (1852-1924)
Pero, con todo esto, me parece que el traducir de una lengua en otra, como no sea de las reinas de las lenguas, griega y latina, es como quien mira los tapices flamencos por el revés, que aunque se veen las figuras, son llenas de hilos que las escurecen y no se veen con la lisura y tez de la haz.
Miguel de Cervantes (1615)
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