La peligrosidad de la poesía, como la peligrosidad de casi todo lo realmente poderoso, radica en su poder transformador. Ante una obra de arte poderosa cae nuestro bienestar ideológico y político. Aparecen rumbos extraños y de pronto el lector se queda en patas. Se caen las estanterías cuando nos encontramos con un poema de esta naturaleza: “Crisis: La oferta/ se vende bien/ el resto nada.”. Ya está, ninguna pista más, el poema se acaba en el mismo momento que abre su puerta. Parece que todo es posible para este pensador con birome en mano. No importa si cada poema puede ser catalogado de anecdótico, de arte menor, o sencillismo sofisticado.