«Nicolás Hochman rastrea, embelesado pero lúcido, el despliegue de estrategias que fue tramando Gombrowicz. Pero detecta también lo que había en Witold Gombrowicz de autoboicot, de conspirar contra sí mismo. Esa lectura no puede ser lineal, no debe ir en un solo sentido, si de veras quiere dar cuenta de su objeto, de su sujeto tan peculiar. Esa plasticidad, notable en Incomodar con estilo, es la que le permite dudar o conjeturar o revisar lo que ha dicho antes. El ensayo que es redime, de esta forma, de la tesis de doctorado que fue: la autoriza a vacilar y a suponer y a interrogarse a sí misma; la pone a salvo de esa condena del género tesis de instalarse en lo ya pensado en vez de largarse a pensar. En esto resulta decisiva una pronta constatación que efectúa Hochman: “Gombrowicz miente. Todo el tiempo miente”. Miente, por ejemplo, con el relato de su exilio en Argentina: cómo y por qué fue que vino, cómo y por qué se quedó. Pero lo fundamental no es la mera verificación de que Gombrowicz miente, cuando miente, o de que se contradice, cuando se contradice, sino lo que Hochman se resuelve a hacer con eso: ocuparse de las mentiras como tales para ver en qué consisten, cómo están hechas, para qué sirven, cómo funcionan... Hay mucho de enigmático en la figura de escritor de Witold Gombrowicz (…) Incomodar con estilo da con él no solamente en lo que logra establecer y asentar, sino también, y sobre todo, en los momentos en los que Gombrowicz no deja de escurrirse, de escabullirse, de falsificarse; cuando no deja de resultar enigmático, cuando no deja de ser un misterio». (Del prólogo de Martín Kohan).