Ima, como los teros que la cautivan, monta escenas para proteger a su criatura, para ahuyentar los peligros, para engañar a los depredadores, para mantener los demonios a raya. Y, cuando la escena se vuelve muy ruidosa, toma notas en su diario-cuaderno. Son notas al compás de una respiración: su hija recién nacida duerme cerca. Así es como pasa del montaje al trazo, así es como empieza a reconocer una especie de escritura en colaboración. Lejos del sonido y la furia, y más lejos aun del silencio opresivo que insiste en adosarse como marca de género o de clase, La canción del día monta un engranaje hecho de los extraños diálogos que entablan esos cuerpos de madre e hija, esas respiraciones nuevas, y a partir de ahí redescubre la paradójica locuacidad que puede anidar en otros tipos de silencio.
María Sonia Cristoff