Publicada en 1954 y celebrada en toda Europa como una de las grandes novelas del siglo XX, esta epopeya familiar y rural del norte portugués supuso para Agustina Bessa-Luís la temprana confirmación, con poco más de treinta años, de una carrera literaria marcada por la calidad de la escritura y la singularidad de la mirada.
En La sibila asistimos al relato exuberante, con incontables meandros, de la vida de tres generaciones de mujeres de la casa de la Vessada, finca escenario donde las poderosas integrantes de la saga, que se mueven entre la aversión hacia los hombres y una forma de misantropía controlada, se convierten en las verdaderas herederas y guardianas del legado familiar. Son ellas aquí las de la voluntad inquebrantable, las astutas, las que cuidan las formas sutiles y las viejas costumbres, las que equilibran violencia y razón, autodisciplina e indulgencia.
Entre la abuela Maria, capaz de conservar milagrosamente un terruño dilapidado por su marido, y la nieta Germana, es Joaquina, Quina, «un ser raro y apasionante», la que mejor muestra esa personalidad digna y compleja, calculadora y trascendente, envanecida y discreta que le valió el apodo de «la sibila».
La inolvidable historia de Maria, Quina, Estina y Germana, narrada con lirismo y contundencia, se eleva en virtud de las ideas y reflexiones que desbordan violentamente el relato y le dan el sentido y la profundidad de una obra exigente e inmortal.