El grado cero de la poesía, aquel punto imaginario en que la enunciación se convierte en mera y pura representación de la poesía real, fue y es una inútil persecución de las vanguardias, una proeza que los románticos, la gauchesca y el modernismo ni siquiera se plantearon. Imaginismo, objetivismo y aun surrealismo son etiquetas pegoteadas a una cantidad de autores, superada la decadencia o popularización del coloquialismo en la Argentina. Y he aquí que los poscoloquialistas, ahora que el prefijo está de moda, podrían exigir que despeguen de su puerta, con cepillo, agua y jabón, esos marbetes.