En este libro, los sujetos son niños, niñas -¿o quién?- que cuentan, con total naturalidad, ritos, visiones, hechos de la experiencia más cercana, pero esa naturalidad no alcanza, o es un guiño para firmar el contrato elemental que nos llevará de la mano, entregados, a ese lugar donde la infancia y lo ominoso conversan juntando migas del mantel, retirándose el pelo de la frente, probándose joyas en un cuarto desconocido y secreto. Es un libro lúcido y hermoso. Sombrío. Perturbador. Festejemos esta lectura. Lentamente.
Elena Anníbali