El padre anuncia, como si fuera una penitencia, que la familia pasará todo el verano en Las nutrias. Y, sin quererlo, sin enterarse siquiera, con esa sentencia desata el irrefrenable ímpetu narrativo de una hija que observa, escucha y retuerce el mundo alrededor. Plena de aventura, novela dichosa que lleva con elegancia la hermosa mugre de la niñez, la turbulencia familiar en sordina y a la vez estruendosa. Hay más de un encanto en Las nutrias, pero, si me dan a elegir, me quedo con el candor resbaladizo de la mirada y la voz infantil. El permanente estado de revelación de una narradora inaprensible que, acaso sin pretenderlo, reinventa un posible léxico familiar.
Mariano Quiros