En la pintura de Alfredo Prior –su base de operaciones– todo es lo que parece y también otra cosa. En su poesía, dotada de imágenes (del mismo modo en que los títulos de sus cuadros dotan a las imágenes de discurso, es decir de la aventura de darle forma a una única línea que comprenda la magnitud de lo que sucede), Prior no hace otra realidad con los elementos de esta: hace otra realidad directamente con los elementos de otra realidad, que nos da a conocer aquí. Barroca y a la vez sencillísima, como de un Lezama limado, feliz y en permanente ebullición, estos poemas cargados de preguntas tales como “¿No habrá una especie, aparte de la humana, en la cual posarse?” o “¿Por qué no contestas a mis mensajes, Boluda?”, con sus referencias cultas desbocadas, sus tumbas No Frost, sus turistas zen, sus sueños eternos finitos (y el tema como un rocío), son la música de su pintura.