Los cuentos de Los cuidados nos llevan a barrios, pueblos, campos, quintas, asilos, que están fuera del centro, a relatos fuera de este presente. Leerlos es empezar a habitar imágenes corridas hacia el pasado. Todas las historias guardan un misterio, todas están situadas en una zona oscura. Atravesar la oscuridad, pero no solo para descifrar los secretos, sino para iluminar los mecanismos humanos que fundan los puntos sombríos, es lo que logra Agustina Larrea con una escritura excepcional. Haciendo uso del anacronismo deliberado, en Los cuidados la autora elige ir a viejas voces, colores y lugares, imaginarios compuestos con tonos olvidados para dar cuenta de los temas universales de los que la literatura no deja de ocuparse, porque no dejan de definirnos: la infamia, las zonas opacas del alma, lo que permanece oculto, los vicios que nos agobian. Los cuentos de Los cuidados se leen de principio a fin, porque un hilo perfecto enhebra cada relato y, al mismo tiempo, descubren a una narradora inédita que va a lograr que cada instante quede en nuestra memoria.
Cynthia Edul