Cuando la democracia argentina de 1983 se dio a la luz también se manifestaron en las calles los cuerpos comunitarios y en las pancartas las caras de los desaparecidos y en el lodo los cuerpos de los NN y en las siluetas el cuerpo de los ausentes: el terrorismo de Estado había destrozado con la desaparición forzosa de personas el régimen de la mirada que sostiene todo vínculo intersubjetivo y social: verse cara a cara, mirar y ser mirado. De la cultura de las catacumbas a la cultura del sobreviviente el arte mutó hacia lo visible y lo audible, tanto en la Argentina como en el Uruguay. Emeterio Cerro, poeta en escena de las performances poéticas de los años ochenta, creó el vocablo recienvivos. Ya no es el cuerpo que sobrevive o retorna sino el que vive en el instante inmediato de su incandescencia teatral: asume la visibilidad como poesía y desmaterializa la persona para ser organicidad pura, manifiesta, transgenérica, descontrolada, paracultural, extática.
Irina Garbatzky reescribe con lucidez y belleza, originalidad y reinvención ese episodio vanguardista en las dos márgenes transplatinas que realizaron Marosa di Giorgio, Batato Barea, Roberto Echavarren y Emeterio Cerro. El fugaz destello oral, la imaginación encarnada y la puesta en escena de la poesía como acto, retornan aquí en la prosa alerta y tornasolada de Irina Garbatzky como fantasmas lenguaraces y festivos.