A esta altura, ya es evidente que Ariana Harwicz es una de las apariciones más radicales de la narrativa argentina reciente. La suya es una prosa hecha de violencia, de erotismo, de ironía y de una crítica frontal a los lugares comunes en torno a la familia, a los lazos, a las relaciones convencionales.
Matate, amor puede leerse como la demolición de la idea costumbrista de familia tipo. Aquí, el amor conyugal es visto como acoso. El amor del hijo es visto como acoso. Y los propios personajes son llevados al extremo de la impostura. La protagonista es una mujer que piensa en ella misma sin piedad: “Leé, idiota, me digo, leéte una frase de corrido” se dice. “Y ahora soy una campechana que cuelga las medias de mi hombre y mi bebé, los calzoncillos y las camisas”.
Brutal, salvaje, es casi imposible salir indemnes luego de haber leído a Ariana Harwicz. Matate, amor, con su tono de in crescendo teatral o cinematográfico, nos coloca otra vez frente a esa experiencia de lectura extrema.