“Si mirás fijo al sol, te podés quedar ciega” le dice una chica a otra en uno de los cuentos de esta colección. La frase viene de la infancia pero funciona como una advertencia para el mundo de los adultos, porque es probable que si lo miráramos de cerca, no lo resistiríamos. Parece un juego, pero no lo es, es algo muy serio lo que nos propone Inés Kreplak: que miremos el mundo que hemos construido, en el que las niñas se esconden en valijas, le rezan a dioses desconocidos, pelean a las piñas por ser otras, crecen con los puños y dientes apretados. ¿Es así que nos transformamos en mujeres feroces? ¿O hay espacio para otras transformaciones? Con un lenguaje muy afilado y una sensibilidad propia para crear esas lógicas infantiles, en Mirar al sol el mundo se somete a juicio y sale perdiendo. Esas niñas abren la pregunta sobre la supuesta fortaleza personal que cada experiencia dolorosa habría de ayudarnos a construir y, en cambio, optan por la fantasía como la forma más sana de habitar y poblar el desierto particular que todos llevamos dentro.
Betina González