En lo que a lenguajes artísticos respecta, Alan Courtis y Pablo Katchadjian son habitantes de frontera. Unidos por la curiosidad, no experimentan solamente al interior de los formatos que usan (novela, canción, libro, disco), también perturban sus convenciones. No arredran surge de la afición hacia fenómenos textuales abocados a una dimensión inaprensible, en la que suceden “cosas” que no se pueden mostrar ni demostrar. Los libros citados conforman una paraliteratura cimentada en la expresividad del testimonio y la credibilización de la experiencia insólita.