Los poemas que componen Tanque australiano, primer libro de Paula Pereyra, están escritos en una lengua secreta que se acerca al dolor sin nombrarlo, que nos invita a leer con detenimiento el resultado de un bombardeo suave y casi imperceptible.
Además de adentrarse en los últimos días de vida de su padre, la narradora de estos breves poemas va saltando de un espacio a otro: las imágenes, los versos y el recuerdo se van nutriendo de las pequeñas anécdotas y de la observación minuciosa de la vida en el jardín de su casa.
Paula Pereyra teje con paciencia sus tramas y va calcinando las palabras con moderada pasión. La pérdida del padre, un tópico importante en la literatura, se compensa en este libro con los brotes de la naturaleza, con la persistencia de la naturaleza, que no se resigna a que todo se termine.