Una nena, su perra, y la mujer que las cuida a las dos: en esta novela, tres vidas se entrecruzan en el DF mexicano, allá por la década del noventa. Pero no se trata de un triángulo, como se verá: la mujer, Francisca, tiene un pasado, y ha venido a la casa de la familia Sánchez Castro con sus fantasmas a cuestas.
Troika tiene dos lados, como los discos de vinilo: en uno la niña, ahora adulta, cuenta su versión de esos años luminosos que compartieron las tres, y de su final abrupto.
Del otro lado imagina la historia de Francisca, en la que la perra y ella misma son presencias espectrales. Troika se aventura sobre su narración como si pisara terreno sagrado, porque es una novela sobre el misterio. Pero lo que anida en su corazón no es un enigma a resolver, sino la cualidad profundamente misteriosa de las vidas que vivimos y que no se dejan apresar por conjeturas, creencias, explicaciones, ni siquiera relatos —algo tan asombroso para nuestra percepción humana como el modo en que los perros siguen el rastro de cosas invisibles—.