Francisco Bitar cuenta al comienzo de este libro que su mujer le dice “Voltaire” como una manera de incorporar al léxico familiar lo que, sin humor, podría ser un incordio: él es “vueltero”, encuentra el goce no en impactar el objetivo sino en sobrevolarlo, y ese rasgo definitivo de su carácter es un modo de vivir pero también de escribir. ¿Eso no es, acaso, el ensayo? ¿No es el ensayo la mejor excusa, la coartada perfecta para divagar, perderse, ramificar y al final volver? Un accidente controlado es la instancia fulminante en la que él, “un escritor de lo pequeño”, como se define, al mismo tiempo con arrojo y con modestia, se mete con un tema mayor: las formas de leer de los escritores, el autor como ensayista y, por qué no, los caminos un poco secretos, incluso esotéricos, a través de los cuales alguien que no lo era un día de convierte en escritor. Mario Levrero dijo que hoy casi cualquier cosa que se ponga entre una tapa y una contratapa es una novela, así que este libro también podría ser eso: la novela en pedazos de cómo Francisco Bitar se puso un día a leer y ya no pudo parar y cómo finalmente encontró un método, una manera propia de habitar la frontera entre lectura y escritura, esa terra incognita donde muchos se perdieron pero otros encontraron un lugar para vivir.