En Un pájaro cruza el cielo con un grito, la primera novela del poeta y editor Eduardo Savino, la realidad (esa metáfora detenida en el tiempo que usamos para adormecer nuestras fantasías) queda pulverizada a través de una herramienta literaria que convierte a la ficción en un efectivo método de insubordinación: el glitch, o la supresión de la continuidad en el lenguaje. Este es el motor narrativo que nos lleva hacia una desintegración medida, un esplendor que no necesita estímulos externos para brillar.
El personaje principal de este libro no sabemos si existe. No sabemos si está detenido en un espacio fijo o si está en un proceso de fuga. Mejor dicho: en su propia fuga. Porque la literatura es fuga. La ficción es fuga. Incluso más que la vida. Tal vez la tecnología nunca pueda sustituir a la persona de carne y hueso que mira y siente y huele a su alrededor. Pero algo que sí podría pasar, hoy y en el futuro más cercano, es que a través de la falla en la matriz se alcance un sueño imposible: lograr que el personaje de una simulación traspase la barrera de la realidad o viceversa, tal como hacía Schwarzenegger en Last Action Hero, esa brillante película de acción de los 90 que los curiosos de mi generación entendimos como una alternativa para reinterpretar a la ciencia ficción con platos voladores y planetas lejanos.
Definitivamente, en esta delicada novela, Eduardo Savino logra aglutinar dos fantasías cruzadas: el amor por la literatura y el amor por los videojuegos. Un pájaro cruza el cielo con un grito es, si así lo desea el lector, un poema en prosa desbordantemente elegante, que nos mostrará la forma en que una pantalla puede convertirse, en un abrir y cerrar de ojos (o en un rompimiento espontáneo de lo visual), en un libro.
Denis Fernández