“Muchas veces me pregunto a quién alimento con mi pasión por el arte, ¿a la luz o a las tinieblas? La primera me exige amor, voluntad y fuerza; con la otra hay que dejarse llevar. Las imágenes pueden llegar a tener mucho poder de seducción o sugestión, Gambartes me decía: “la pintura es un lenguaje”. Sí, puede convocar, ilustrar un ideal, un pensamiento, también sirve para conocerse a sí mismo, crecer intelectual y espiritualmente, porque no practicamos el arte solamente para demostrar una habilidad, por fama o reconocimiento social, sino porque lo que hacemos, tratando de dar lo mejor, repercute en nuestro intelecto y espíritu, por eso la búsqueda de la luz”.
Una voluntad nos sumerge en el flujo de recuerdos, pensamientos y anécdotas de Orlando Belloni. Desde de sus experiencias, narra sobre cómo aprehender el material, la naturaleza, cómo atraer a los duendes creativos o cómo abrir una esquina como un libro. Pero también comparte las imágenes vividas que pasan por su memoria, trayéndolas al presente y reviviendo escenas de los juegos de infancia, de los estudios, los rebusques y trabajos, el servicio militar, la pintura al aire libre. En la unión de voluntades, aparecen la disciplina y la soledad como armas del poder creador que nos enriquece porque, como dice Belloni, el arte sirve a quien lo practica.