Laura está atrapada entre los treinta días que le quedan hasta el juicio y en los pasos que cuenta para capturar ese espacio hostil que la deshumaniza. Laura usa medidas humanas: Los pasos que salen de ese cuerpo que le usurpan y violentan una y otra vez mensuran el mundo de la cárcel que habita. Su única certeza es un amanecer con Luis muerto a cuchilladas y el cuerpo amado de Lorena desnudo junto al suyo. Entre ese pasado cercano que no logra recordar y el futuro que se le viene encima, está su propia amnesia y el silencio de Lorena que le imposibilitan saber qué pasó. El cuchillo que ha pasado de ser el souvenir de los momentos más disfrutados, la Feria de Mataderos, los asados, las comidas compartidas con Lorena, se resignifica como arma contra el cuerpo de Luis. El propio cuerpo, condenado al encierro en el penal de mujeres, se resignifica ante los signos de un embarazo que progresa. Laura necesita sobrevivir esos treinta días para conocer su participación en la ruptura del mandamiento fundacional: No matarás. Conocer le va a permitir poder evitar que el universo de la cárcel de mujeres, con la Cata y sus secuaces, con el pabellón de madres, con su biblioteca como refugio mínimo, mastique su cuerpo y lo aniquile. Gabriela Borrelli Azara logra, con el lenguaje crudo de quien sabe tallar la palabra como un arma, sumergirnos en un universo feroz en donde Laura se juega sus últimas cartas para negociar con el destino.